Frankenstein o el moderno Prometeo

Frankenstein o el moderno Prometeo
Título: Frankenstein
Título original: Frankentein or the modern Prometheus
Editado en: 1819
Autor: Mary Shelley
Género: fantasia/drama

Cuando se habla de los clásicos de la literatura todo el mundo piensa en los clásicos de la novela realista o el teatro: Pérez-Galdós, Balzac, Dickens, Shakespeare…pero nadie cae en la cuenta de que también lo son Mary Shelley, Bram Stoker, Jules Verne o Edgar Allan Poe, probablemente autores más entretenidos para el lector común y más fáciles de entender o eso pensaba.

Frankentein o el moderno Prometeo es el libro más conocido de Mary Shelley porque ha sido llevado al cine en multitud de ocasiones. Hace más de un mes busqué opiniones sobre el libro sin prestar demasiada atención. Todos reconocían que era un libro sencillo y claro pero recuerdo un pequeño comentario que me dejó perpleja: una chica que dejó el libro porque le parecía un lio de ideas y no entendía nada. Me quedé perpleja.

Frankentein y Drácula son los libros que suelo recomendar a lectores que quieren empezar a leer clásicos de la literatura pero temen aburrirse o no entenderlos. Son prosas sencillas, con historias inquietantes y además tienen el apoyo del cine. Pero mucho me temo que si hay una persona que no lo ha entendido habrán más que no lo dirán (porque les de vergüenza reconocerlo, por ejemplo). Para que un lector entienda un libro hay que tener en cuenta dos factores principales: el hábito de lectura y el nivel cultural. Frankentein o el moderno Prometeo tiene más de la Biblia que de la “Teogonía” o “Trabajos y días”. Como cada persona que entra en un blog de literatura tiene una formación cultural diferente he decidido copiar algunos textos bíblicos fundamentales, a muchos esto les parecerá innecesario pero hay que recordar que cada vez se lee menos la Biblia en los colegios.

“Después dijo Dios: “Hágame al hombre a nuestra imagen, según nuestra propia semejanza Domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre las fieras campestres y sobre los reptiles de la tierra”. Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó.” Gen 1, 26-27
Entonces Yavé Dios formó al hombre del polvo de la tierra, le insufló en sus narices hábitos de vida y así llegó a ser el hombre un ser viviente.” Gen 2, 7.
Tomó pues, Yavé Dios al hombre y le puso en el jardín del Edén para que lo cultivase y guardase. Y dió al hombre este mandato: “Puedes comer de todos los árboles del jardín, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás es modo alguno, porque, el día en que comieres, ciertamente morirás”. Gen 2, 15-17

Aunque Frankenstein o el moderno Prometeo haya surgido de una pesadilla de su escritora es antes que nada una versión de ficción de los dos primeras capítulos de la Biblia, del Génesis, osea la Creación del mundo, la creación de Adán y Eva y el Pecado Original.

La novela comienza con las cartas que envía el doctor Robert Walton a su hermana desde el polo Norte. Allí rescata a un hombre que se hace llamar Victor Frankenstein. Frankenstein, temiendo que su salvador termine como él (tiene una ambición similar) decide contarle su vida.
Victor Frankenstein había crecido leyendo a los padres de la ciencia clásica (griega y romana), pese a ser autores antiquísimos él se dejó seducir por las promesas de poder que hacían a aquellos que siguieran sus consejos.
“-Yo intentaba descubrir por encima de todo los secretos del cielo y la tierra, la sustancia visible de las cosas, el espíritu oculto de la naturaleza y el alma misteriosa del hombre que tanto me obsesionaba… el dominio de los espíritus y de los demonios era algo que mis autores prometían y que yo deseaba ardientemente conseguir-.

Frankentein no desea riqueza, el dinero no es importante para él. Desea el poder de un dios y ser alabado por ello. -Pero querer ser como dios lleva implícito otro pecado: el orgullo.
-La vida y la muerte se me antojaban límites que yo iba a destruir al derramar un torrente de luz sobre las tinieblas del mundo. Habría nuevas especies que me bendecirían como a su creador y otros que me agradecerían la excelencia del ser que yo iba a darles… llegué a creer que en un futuro no lejano me sería posible restituir la vida a los cuerpos destinados por la muerte a la corrupción-”.

Definitivamente quiere ser Dios. El orgullo y la idolatría van muy unidos en el Pentateuco, así como el castigo Divino (la Torre de Babel, el becerro de oro…). El hecho de querer trabajar sobre cuerpos muertos le lleva a profanar tumbas, otro pecado, (y también delito penal) también se acusa a si mismo de torturar animales.

Victor Frankenstein tiene convencimiento absoluto de que todo lo que le ha pasado es un castigo divino, o como a Prometeo, Zeus se venga de él haciéndole que un cuervo le como las vísceras todas las mañanas. Incluso el hecho de que uno de sus profesores de facultad desprestigiara a sus ídolos de la ciencia antigua lo considera ahora un intento de su ángel de la guarda de rescatar su alma antes de que fuera demasiado tarde.

Con su terrible secreto el joven se aisló de sus seres queridos y hasta se volvió casi un paranoico. Cuando descubre que su creación está viva… ¡sale corriendo!, huye de su responsabilidad de forma descarada. La ambición y la irresponsabilidad es siempre una combinación peligrosa. Frankentein nunca pensó que haría con él si realmente aquella carne muerta resucitaba. Huir de la responsabilidad no significa librarse de ella, al contrario, esta vuelve con más fuerza. La criatura termina encontrándole, él también ha evolucionado, ha vivido y ha aprendido.
El monstruo, ni siquiera tiene nombre, le exige la responsabilidad que le corresponde. Es un ser que no encuentra su lugar en el mundo porque no ha sido creado como los demás seres, no hay otro como él, no hay lugar para él. No tiene a nadie y hasta su creador lo rechaza sin embargo se aferra a la vida. Probablemente es el instinto de supervivencia el que le aferra a esta porque motivos racionales para seguir viviendo no tiene.
Amo la vida y la defenderé. Recuerda que tú has sido quien me ha hecho más poderoso que un hombre cualquiera, pero no por eso voy a luchar contra ti. Soy tu criatura y te debo sumisión y afecto las cosas que daré a mi señor si él cumple con sus deberes para conmigo ¡Oh, Frankenstein! Eres ecuánime con todos menos conmigo: me debes justicia, clemencia y afecto. Me has creado y yo debería ser como tu Adán; pero por desgracia soy el ángel caído, y me privas sin motivo alguno de las alegrías que tienen los otros seres creados. Veo, allá donde voy, una felicidad de la que me siento excluido-.

Ver la felicidad de los otros y no sólo no tenerla sino saber que nunca se tendrá, esa envidia es lo que termina convirtiéndolo en un ser lleno de odio, un odio creado por su frustración vital.
Este último párrafo que he copiado está lleno de referencias bíblicas: Dios ama y cuida de sus criaturas y sus criaturas le deben fidelidad y amor también. Frankenstein soñó con ser Dios, o se burló de Dios, (como Prometeo cuando trató de engañar a Zeus en la “Teogonía” de Hesíodo). El problema es que Frankentein no es Dios pero el monstruo quiere que lo sea porque en el fondo él se siento un ser humano y de hecho siente como tal.

Hay una cosa que me llama la atención: el convencimiento absoluto de Frankenstein de que el monstruo es sanguinario y cruel por naturaleza. Ni siquiera sabe lo que ha estado haciendo el monstruo cuando lo abandonó. No creo que Frankenstein lo juzgue simplemente por su aspecto, creo que pensar eso es un error. La gente que se encuentra con la criatura la juzga por su apariencia temible, grande y horrible. La diferencia es que Frankenstein conoce la verdad. Estando en su laboratorio, viendo los fragmentos humanos juntos que formaban la criatura aún inerte le llegaron a parecer hermosos. Pero cuando vio que la criatura tenía vida le pareció un monstruo.

Frankenstein piensa, aunque no se refleje en el libro de forma directa, que si la vida no la ha dado Dios, porque ni él es Dios ni lo será, sólo puede haberla dado el Diablo; es un alma infernal. Si él tuviera descendencia, porque en la novela se ve claramente que tiene deseos sexuales, serían una raza de seres infernales que se propagarían por la Tierra.

Resumiendo:

En circunstancias normales un libro fácil de entender, muy dramático, con una prosa sencilla y hermosa.

De sus versiones cinematográficas sólo recuerdo a forma vaga la película que protagonizaban Robert de Niro y Kenneth Branagh, recuerdo que me gustó mucho.

Este es un libro muy editado y la mayor parte de las editoriales mantienen el título original: Frankenstein o el moderno Prometeo, pero no es el caso de mi edición de Andrés Bello.

 

 
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